Generando pluralismo: cómo la diversidad de género puede transformar la economía
Economía
Por Mohsen Javdani
Cómo las economistas amplían las orientaciones y perspectivas que pueden transformar la economía en una disciplina pluralista, críticamente comprometida y socialmente receptiva.
La atención a la discriminación de género en la economía se disparó tras el movimiento #MeToo, que transformó el debate público en torno al poder, la rendición de cuentas y la discriminación y el daño sistémicos por razón de género. Casi al mismo tiempo, la profesión económica se enfrentó a su propia evaluación cuando un artículo de la entonces estudiante Alice Wu (2018) fue descrito como "un informe muy inquietante", que revelaba un "entorno tóxico para las mujeres en la economía".
Sus hallazgos captaron rápidamente la atención de los medios y suscitaron un intenso escrutinio sobre el arraigado "problema de género" de la profesión. Los principales medios, como The New York Times , Financial Times , The Wall Street Journal , The Economist , BBC News y Bloomberg , destacaron los hallazgos de Wu. Como señaló la economista Janet Currie, Wu había cuantificado "algo que la mayoría de las economistas ya saben", lo que revela "actitudes que persisten en los rincones más oscuros de la profesión". La cobertura cambió el tema de las malas conductas aisladas a dinámicas estructurales y culturales más profundas, revelando una cultura profesional masculinizada y excluyente en la economía.
En respuesta, la cuestión de la diversidad de género en economía cobró una renovada urgencia. Sin embargo, gran parte de esta atención se ha centrado en métricas superficiales, como la representación estadística de las mujeres en programas, puestos de profesorado, puestos de liderazgo y revistas de referencia. Mi investigación reciente va más allá de estos recuentos para examinar cómo la inclusión de las mujeres puede transformar la disciplina de maneras más sustanciales. Basándose en datos originales de encuestas internacionales, explora cómo las experiencias y perspectivas de género influyen en las opiniones de los economistas y qué significa esto para la capacidad de la disciplina para volverse más pluralista, críticamente comprometida y socialmente receptiva.
La representación estadística, como el porcentaje de mujeres en diferentes puestos académicos o en revistas de prestigio, puede servir como indicador útil del progreso hacia la inclusión de género. Sin embargo, solo ofrece una visión parcial, y en ocasiones engañosa, al confundir presencia con influencia. Estas métricas revelan poco sobre si la inclusión se traduce en diversidad pluralista : un estado en el que diversas perspectivas, supuestos y formas de conocimiento se integran activamente y configuran la forma en que los economistas interpretan, evalúan y teorizan el mundo.
La distinción entre diversidad y pluralidad es crucial. La diversidad demográfica considera el género como una estadística, mientras que la pluralidad intelectual reconoce la diversidad de género como fuente de experiencias, perspectivas y formas de conocimiento que pueden enriquecer el discurso económico. Sin un compromiso con la pluralidad, los esfuerzos por promover la diversidad de género corren el riesgo de volverse superficiales, ampliando la presencia de las mujeres sin cuestionar las estructuras arraigadas, a menudo dominadas por los hombres, que definen el entorno intelectual de la economía. Las economistas feministas llevan mucho tiempo advirtiendo sobre esta "trampa del conformismo", donde la economía dominante, moldeada por supuestos masculinizados que privilegian enfoques cuantitativos, competitivos y centrados en el mercado, margina las perspectivas de equidad, cuidado y colaboración. Por lo tanto, centrarse únicamente en la representación estadística no aborda los problemas estructurales más profundos que limitan la transformación genuina.
Mi investigación reciente contribuye a esfuerzos más amplios para comprender cómo el género configura el terreno intelectual de la economía. Basándose en una encuesta internacional original a más de 2400 economistas en 19 países, examina sistemáticamente las diferencias de género en las perspectivas sobre una amplia gama de temas. Los hallazgos arrojan luz sobre cómo la diversidad de género puede traducirse en diversidad intelectual dentro de la disciplina. Esta perspectiva es vital para construir una economía pluralista, donde la diversidad no se reduzca a números, sino que se acepte como una forma de ampliar perspectivas y desafiar los marcos y narrativas dominantes. Esta necesidad es especialmente urgente dadas las críticas persistentes a la economía convencional, considerándola intelectualmente insular, metodológicamente rígida y resistente a perspectivas alternativas.
Recomendaciones:
Los resultados de la encuesta muestran que las economistas expresaron sistemáticamente opiniones que priorizaban la equidad, la justicia social y la crítica estructural en comparación con sus homólogos masculinos. Eran más propensas a apoyar la intervención gubernamental, reconocer los perjuicios de la creciente desigualdad de ingresos y el poder corporativo, y reconocer las barreras estructurales para el éxito. Las economistas también parecían más inclinadas a cuestionar los supuestos fundamentales de la economía convencional y a respaldar enfoques pluralistas de la investigación económica. En un conjunto de 15 afirmaciones normativas —muchas de las cuales cuestionaban la ortodoxia neoclásica o destacaban problemas de desigualdad—, las economistas reportaron niveles de acuerdo sustancialmente más altos. Estos patrones reflejan no solo diferencias en las preferencias políticas, sino también divergencias más profundas en cómo se entienden y evalúan los problemas económicos. Cabe destacar que la mayor brecha de género se presentó en el propio "problema de género" de la economía, siendo mucho más probable que las mujeres afirmaran que "la economía ha avanzado poco en cerrar su brecha de género" y que "los obstáculos que enfrentan las mujeres en la economía son muy reales". [1]
Otra contribución clave del estudio es su análisis sistemático de cómo el género y la ideología política se intersectan en la configuración de las perspectivas de los economistas. La ideología opera junto con las experiencias de género, reflejando distintos patrones de socialización, experiencia vivida y posicionamiento estructural. Examinar estas intersecciones permite captar las dinámicas más profundas que subyacen a las diferencias de género observadas y evaluar si se deben a divisiones ideológicas más amplias o a perspectivas que las atraviesan.
Los hallazgos revelan que la ideología política desempeña un poderoso papel mediador. Las diferencias de género en las opiniones se mantienen prácticamente intactas tras considerar las características personales y profesionales, pero disminuyen al considerar la ideología política, lo que subraya su importancia como factor mediador. Este patrón coincide con las marcadas diferencias de género en la ideología política observadas entre economistas, que persisten incluso tras controlar otras características. Las mujeres tenían un 77 % más de probabilidades que los hombres de identificarse como de extrema izquierda y un 10 % más de probabilidades de identificarse como de izquierda, mientras que los hombres tenían un 80 % más de probabilidades de alinearse con la derecha y más del doble de probabilidades de identificarse como de extrema derecha.
Es importante destacar que la ideología política también influye de forma diferente en las opiniones de los economistas según el género. Si bien el desplazamiento hacia la derecha en el espectro político se asocia sistemáticamente con un menor apoyo a las posturas progresistas y orientadas a la equidad, este descenso es menos pronunciado entre las mujeres. En varios casos, en particular entre economistas de derecha y extrema derecha, las mujeres mantuvieron un mayor apoyo a posturas que enfatizan la desigualdad, la desventaja estructural y la preocupación por el poder corporativo. Esto sugiere que el género no solo configura la distribución de la ideología política dentro de la profesión, sino que también condiciona cómo los compromisos ideológicos se traducen en opiniones sobre cuestiones socioeconómicas cruciales.
Conclusión
Para comprender plenamente las implicaciones de una mayor diversidad de género en la economía y comprender su plena trascendencia, debemos ir más allá de las cuestiones de representación estadística y preguntarnos cómo la inclusión de las mujeres puede moldear la disciplina de maneras más fundamentales, fomentando una economía más pluralista, críticamente comprometida y socialmente receptiva. Mi análisis destaca cómo los patrones de género en la experiencia vivida, la socialización y el posicionamiento estructural influyen en las orientaciones normativas y epistemológicas de los economistas. Estas diferencias revelan que el género es un eje clave a través del cual se forman, se cuestionan y se reinventan las ideas económicas. El género no es simplemente una variable demográfica; es una lente a través de la cual se ve, se interpreta y se actúa sobre el mundo. Garantizar que esta lente se refleje en el discurso económico no es solo una cuestión de equidad, sino también de integridad epistémica.
Los hallazgos subrayan una idea esencial: la diversidad de género en la economía conlleva el potencial de generar diversidad intelectual. Sin embargo, este potencial solo se puede materializar si la profesión crea espacios para que las perspectivas disidentes sean escuchadas, abordadas y legitimadas. Para que la diversidad de género sea transformadora, es necesario desmantelar las jerarquías arraigadas que a menudo devalúan perspectivas consideradas "fuera de la corriente dominante", como la economía feminista, y dar cabida a alternativas críticas y heterodoxas. Sin este cambio, la inclusión corre el riesgo de volverse performativa, reforzando el conformismo en lugar de fomentar una pluralidad genuina.
Los riesgos van mucho más allá del ámbito académico. Los economistas ejercen una influencia significativa en las políticas públicas, moldeando cómo las sociedades comprenden y abordan problemas críticos como la desigualdad, el cuidado y la vulnerabilidad social. Si la disciplina continúa dominada por un grupo homogéneo y sesgada por cuestiones de género, los marcos de políticas resultantes corren el riesgo de pasar por alto dimensiones cruciales de la vida social y económica. Una mayor diversidad de género, junto con la apertura a diferentes perspectivas, puede catalizar una economía más pluralista, diversa no solo en demografía, sino también en valores, supuestos y métodos.
En definitiva, el imperativo es claro: para que la economía sea relevante y responda a los desafíos del mundo real, debe adoptar un entorno intelectual más pluralista, uno que valore activamente la diversidad que conlleva la experiencia vivida, la posición social y las variaciones ideológicas. Fomentar el pluralismo no consiste en diluir el rigor, sino en ampliar el alcance analítico del campo, permitiendo que la economía aborde las complejidades de la vida humana, las estructuras sociales y los desafíos globales. El género, como fuerza estructurante tanto de la experiencia como del pensamiento, es fundamental para esta transformación.
[1] Véase la Declaración 5 en nuestro apéndice en línea .
El artículo original se puede leer en este enlace
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