Estar de guardia para los adolescentes es la pieza que falta en el debate sobre la brecha salarial de género
Sociedad
El fenómeno de la "penalización infantil" describe cómo cambian las horas de trabajo y los ingresos de las mujeres tras el nacimiento de un hijo. Este conocimiento ha impulsado el apoyo gubernamental a los padres de niños en edad preescolar. Sin embargo, el trabajo de una madre continúa más allá de los primeros años de vida de sus hijos. Almudena Sevilla demuestra que, incluso una vez transcurridos los años de cuidado directo, las madres dedican el doble de tiempo que los padres a la supervisión y el apoyo de sus hijos adolescentes.
La persistente reducción del trabajo remunerado y los ingresos de las mujeres tras el nacimiento de un hijo, conocida como la penalización por hijo , sigue siendo uno de los obstáculos más persistentes e impactantes para lograr la verdadera igualdad de género. Esta penalización no es solo un efecto a corto plazo, sino que se extiende a casi dos décadas de la crianza de un niño. En la mayoría de los países desarrollados, las madres siguen trabajando significativamente menos horas que los padres después del parto, y tanto las tasas de empleo como el promedio de horas trabajadas de las mujeres disminuyen notablemente y no se recuperan, incluso a medida que los niños se vuelven más independientes.
El resultado es una brecha salarial persistente y una reducción de las perspectivas profesionales para la mitad de la población. Cada vez que una mujer altamente cualificada abandona la fuerza laboral o trabaja por debajo de su potencial debido a estas exigencias del cuidado, la sociedad sale perdiendo: talento valioso queda marginado, y esta mala asignación tiene un alto coste para la productividad general y el crecimiento económico.
Siempre disponible
¿Por qué persiste esta brecha tan persistente? La respuesta reside en el tipo de cuidado que brindan las madres. Si bien el cuidado directo y práctico de los niños, como alimentarlos, bañarlos y ayudar con las tareas escolares, disminuye drásticamente a medida que los niños superan la primera infancia, las madres siguen siendo llamadas, día tras día, a brindar supervisión, apoyo emocional y simplemente a estar disponibles en momentos impredecibles.
Este cuidado de guardia sigue siendo elevado, ya que las madres dedican aproximadamente el doble de tiempo que los padres a estas funciones a lo largo de la vida de sus hijos, desde la infancia hasta la adolescencia. Incluso a medida que los niños adquieren independencia, la necesidad de la presencia de un progenitor —generalmente la madre— no desaparece, y esta responsabilidad constante es lo que sigue reduciendo las horas de trabajo remunerado de las madres mucho después de que la necesidad de cuidado directo haya disminuido.
Mis colegas y yo investigamos el tema y descubrimos que la penalización de la maternidad en horas de trabajo remunerado se explica casi en su totalidad por estos dos tipos de cuidado parental: primario (directo) y de guardia (supervisión y disponibilidad). En los primeros años de vida de un niño, la mayor parte de la penalización se deriva de las funciones de cuidado intensivo y práctico, pero a medida que los niños crecen, la carga se desplaza rápidamente al cuidado de guardia.
Al llegar a la adolescencia, más de la mitad de la penalización laboral se explica por la necesidad continua de las madres de estar presentes y disponibles, no por el cuidado directo. Durante la infancia y la adolescencia, las madres dedican sistemáticamente mucho más tiempo que los padres a ambas formas de cuidado, y la brecha laboral remunerada entre hombres y mujeres refleja esta diferencia.
Soluciones
Abordar esta penalización a largo plazo requiere nuevas soluciones, y las opciones políticas se dividen en dos grandes categorías. En primer lugar, el gobierno puede desempeñar un papel activo proporcionando directamente infraestructura de cuidado, como programas universales extraescolares, clubes juveniles y servicios de jornada extendida. Cuando el cuidado está disponible públicamente, las madres tienen menos probabilidades de verse limitadas por la necesidad de supervisión de guardia, lo que les permite participar más plenamente en el mercado laboral. Los países con una sólida provisión pública de cuidado supervisado, como Suecia, Dinamarca y Finlandia, presentan menores brechas de género en el empleo materno y unas condiciones de competencia más equitativas para los padres durante la infancia.
En segundo lugar, se puede dejar que las familias se ocupen del cuidado. En este caso, el desafío es aún mayor: las normas familiares suelen asignar la carga de la supervisión y el apoyo emocional a las madres, incluso cuando se aumenta la flexibilidad laboral formal. Las políticas que flexibilizan el trabajo, como el teletrabajo o el trabajo híbrido, pueden ayudar a las madres a conciliar la vida familiar y profesional, pero por sí solas corren el riesgo de reforzar, en lugar de romper, viejos patrones, a menos que estén diseñadas intencionalmente para fomentar un reparto más equitativo del cuidado. Si ambos progenitores aplican políticas de trabajo flexible, pero solo las madres aprovechan la oportunidad de cuidar a los hijos, persistirán las brechas de género existentes.
Para que el cuidado familiar sea verdaderamente equitativo, las políticas deben abordar directamente las normas y expectativas de género. Entre las posibles estrategias se incluyen la licencia parental no transferible para los padres, incentivos económicos para la igualdad en el uso de la licencia y del cuidado, campañas públicas para cambiar actitudes y expectativas, y normas empresariales que exijan pruebas del uso equitativo de las opciones flexibles tanto por parte de los padres como de las madres. Por ejemplo, los centros de trabajo podrían informar no solo sobre cuántos empleados optan por opciones flexibles, sino también sobre cuántos hombres, no solo mujeres, utilizan esa flexibilidad específicamente para el cuidado infantil.
En última instancia, tanto las estrategias gubernamentales como las familiares deben diseñarse cuidadosamente para que el apoyo a las madres no se produzca a expensas del objetivo más profundo: garantizar que los padres participen de manera igualitaria en todas las formas de cuidado, de modo que las brechas de género en el trabajo y las responsabilidades de cuidado finalmente comiencen a cerrarse.
Sobre la autora:
Almudena Sevilla es Profesora de Política Económica y Social en el
Departamento de Política Social de la London School of Economics and
Political Science, y Presidenta de la Red de Mujeres en Economía de la
Royal Economic Society UK.
El artículo original se puede leer en la Revista de Negocios de la LSE
- Esta entrada de blog se basa en «Un nuevo modelo de inversión del tiempo parental: un cambio de paradigma para abordar la desigualdad de género en el mercado laboral» , documento de debate CEPDP2126 , Centro de Rendimiento Económico (CEP) de la LSE, por Pilar Cuevas-Ruiz, José Ignacio Giménez-Nadal, Sveva Manfredi y Almudena Sevilla .
- La publicación representa las opiniones de su(s) autor(es), no la posición de LSE Business Review o de la London School of Economics and Political Science.
- Imagen destacada proporcionada por Shutterstock
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