The Economist: La economía de la escasez
El problema de la escasez de la economía mundial.
La escasez ha reemplazado a los excedentes como el mayor impedimento para el crecimiento global.
9 de octubre de 2021
Durante una década después de la crisis financiera, el problema de la economía mundial fue la falta de gasto. Los hogares preocupados pagaron sus deudas, los gobiernos impusieron la austeridad y las empresas cautelosas retuvieron la inversión, especialmente en capacidad física, mientras contrataban a un grupo aparentemente infinito de trabajadores. Ahora el gasto ha vuelto con estruendo, ya que los gobiernos han estimulado la economía y los consumidores han dejado escapar. El aumento de la demanda es tan poderoso que la oferta está luchando por mantenerse al día. Los camioneros están recibiendo bonificaciones por firmar, una armada de portacontenedores está anclada frente a California esperando que los puertos se despejen y los precios de la energía están subiendo vertiginosamente. A medida que el aumento de la inflación asusta a los inversores, los excesos de la década de 2010 han dado paso a una economía de escasez.
La causa inmediata es covid-19. Unos 10,4 billones de dólares de estímulo global han desatado un repunte furioso pero desigual en el que los consumidores están gastando más en bienes de lo normal, estirando las cadenas de suministro globales que han estado hambrientas de inversión. La demanda de productos electrónicos se ha disparado durante la pandemia, pero la escasez de microchips en su interior ha afectado a la producción industrial en algunas economías exportadoras, como Taiwán. La propagación de la variante Delta ha cerrado fábricas de ropa en partes de Asia. En el mundo rico, la migración ha disminuido, el estímulo ha llenado las cuentas bancarias y no hay suficientes trabajadores que quieran cambiar de trabajos desfavorecidos como vender sándwiches en las ciudades a trabajos en demanda como el almacenamiento. Desde Brooklyn hasta Brisbane, los empleadores están en una loca lucha por conseguir más manos.
El artículo original se puede leer en inglés en The Economist
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