¿Puede esta batalla de aranceles terminar en una recesión global?
Guerra Comercial
No
me extraña que mucha gente que todavía lee el mundo en clave de Guerra
Fría esté confundida estos días. El mundo está cambiando muy rápido.
Vladimir Putin no es comunista por reivindicar el legado de la Unión
Soviética: al contrario, es ultranacionalista. De la misma manera, que
en China o Vietnam gobernadas por sus respectivos Partidos Comunistas con sus autócratas a la cabeza no impide que estos
países sean los que hoy critican más las barreras comerciales de Trump. Con un mercado de más de 340 millones de
consumidores, Estados Unidos es el principal importador del mundo y un
destino clave para las ventas de muchos países del mundo, especialmente para sus
vecinos: más del 70% de lo que exportan Canadá y México tiene como destino su gran socio fronterizo, según datos de 2022 del Banco Mundial.
En el caso de Colombia, el porcentaje es del 30%, una cuota demasiado
importante como para hacerla peligrar por un conflicto diplomático por la repatriación de sus ciudadanos. El continente americano es el que mayor dependencia presenta con el comercio de Estados Unidos, principalmente en forma de exportaciones de petróleo y materias primas, pero la exposición a los posibles aranceles de Trump es global. En Europa, Irlanda envía un tercio de sus exportaciones a Estados Unidos, principalmente productos farmacéuticos, una cuota que se ve replicada en varios esquemas comerciales asiáticos como el de la India —metales preciosos y productos textiles—, Vietnam o Camboya —textiles—. Hasta la propia China, que ya es el principal socio comercial de la mayoría de países, depende del mercado estadounidense, su principal socio comercial, y al que destina el 16% de sus exportaciones, lo que refleja una complicada relación de interdependencia difícil de romper. Por el contrario, en relación con las importaciones, la dependencia con el comercio de Estados Unidos está mucho más concentrada en el continente americano. De nuevo, los países fronterizos de la potencia norteamericana, junto con Latinoamérica en general, son los que más compran en el mercado estadounidense. En Asia, Europa y África, por su parte, las importaciones con origen Estados Unidos suponen menos del 10% del total nacional. Las fábricas norteamericanas se fueron a países como Vietnam o Camboya porque allí es más barato producir. De hecho, esos aranceles los van a sufrir precisamente las empresas estadounidenses que producen en Vietnam ropa, por ejemplo, y luego la venden en Estados Unidos. Además de la inflación que va a suponer para el consumidor estadounidense, ya se están anunciando aranceles recíprocos por parte de China que afectarán a las exportaciones de Estados Unidos. Esta crisis artificial va a llevar a la recesión a Estados Unidos, probablemente este año, y arrastrará al resto del mundo después. También tendrá un impacto geopolítico negativo para Washington, que se enemista con importantes aliados asiáticos como Vietnam, Japón, Corea o India, además de Europa, y le da una potente baza diplomática a China. Pero Trump no parece ir de farol, así que la única esperanza es que la caída de las bolsas y la inflación en Estados Unidos le hagan dar marcha atrás. ¿Lo hará antes de perder las elecciones legislativas de medio mandato de 2026? Ya hay voces críticas entre los republicanos por un lado, y las manifestaciones de protesta por todo lo ancho del país pueden llevarle a reconsiderar su posición y rectificar, algo que no es propio de una persona testaruda como es él. Tres meses después de volver al poder, Donald Trump ha puesto en marcha su particular guerra comercial. Estados Unidos, el principal importador de bienes del mundo, aplicará nuevos aranceles globales y tasas ampliadas a los productos que lleguen desde la Unión Europea o China. El problema para la población norteamericana es que EE.UU. también es, con gran diferencia, el segundo exportador del mundo, y sus productos se verán afectados por las turbulencias económicas provocadas por el magnate y la respuesta de socios y rivales. En 2024, Estados Unidos vendió en el mercado internacional bienes por
valor de más de 2 billones de dólares, una cifra similar al PIB de
Canadá, según datos del Departamento de Comercio federal. Tras el petróleo y sus derivados,
que encabezan la lista de las principales exportaciones de Estados
Unidos, la industria de la aviación juega un papel clave en los negocios
del país: aviones comerciales, piezas y motores lideran las ventas
internacionales estadounidenses. De hecho, el grupo aeroespacial Boeing
es uno de los principales fabricantes del mundo, compitiendo con el
sector aeroespacial y de defensa europeo con firmas como Airbus o
Dassault.. Dentro del mismo sector de transporte, la movilidad terrestre también es uno de los sectores punteros en las ventas de norteamericanas. Tanto los coches como las partes de los automóviles son, por un lado, algunas de las principales exportaciones de Estados Unidos, pero también uno de los grandes dolores de cabeza de Trump por el gran peso que tiene la industria automovilística europea en el mercado del país. La hostilidad del magnate y sus maniobras con Elon Musk ya están empezando a dejar mella en las ventas de Tesla en suelo europeo, que han visto una importante caída respecto a 2024. Tesla no es la única marca nacional que va a sufrir los efectos de la guerra arancelaria, pues gigantes tecnológicos como Apple, Nvidia o Intel dependen en gran medida del mercado exterior. Y es que los aranceles no solo afectan a los productos importados directamente, sino también a aquellos que se fabrican en suelo estadounidense, pero con materias primas extranjeras. Puede que en el comercio de mercancías el balance de los EE UU sea
deficitario y eso es lo que le molesta a Trump. Pero en los servicios,
el superavit de las empresas norteamericanas encabezadas por las
tecnológicas y otras como Amazon, es enorme, y ahí es donde
norteamerica tiene su Talón de Aquiles, pues si como propone Josep
Borrell, se impone una tasa o un impuesto sobre los beneficios de esas
empresas, el daño que esto les puede causar puede ser monumental, y esta
puede ser la jugada de Europa Las grandes marcas estadounidenses que exportan ordenadores, ya sean completos o por partes, semiconductores o equipos de telecomunicaciones utilizan materiales como el cobalto, el estaño, el vidrio, el cobre, el acero o el aluminio —estos dos últimos, tasados con un arancel del 25%— que, en su gran mayoría, son importados. Buena parte de ellos, así como del propio proceso de ensamblaje o fabricación de componentes, se produce en suelo de su principal competidor: China.
En este contexto, China ya ha puesto en marcha su estrategia de respuesta ante la ofensiva de Trump. A finales de marzo firmó un acuerdo con Japón y Corea del Sur para reforzar sus lazos de libre comercio y hacer frente a las complicaciones que generan los aranceles. Asimismo, el gigante asiático ha impuesto también una serie de aranceles del 10 y del 15% a productos estadounidenses y ha afirmado estar preparado para contraatacar. La guerra arancelaria y comercial, iniciada por Trump en su primer mandato y amplificada por Joe Biden, no solo persigue arrebatarle la hegemonía comercial al gigante asiático sino también revertir una balanza comercial negativa para la potencia norteamericana tanto con China como con la propia Unión Europa. Otras grandes exportaciones de Estados Unidos que sufrirán las dentelladas de los aranceles serán los productos farmacéuticos, que reportan más de 100.000 millones de dólares en ventas, o las exportaciones de oro. El país es el quinto mayor exportador de oro del mundo, pero sus importaciones ascienden también a 16.500 millones de dólares. Estas proceden principalmente de los dos países que más ataques están sufriendo: Canadá y México, junto con Colombia y Suiza. Los aranceles a los productos de sus países vecinos han desatado pánico entre bancos, inversores y comerciantes estadounidenses provocando una fiebre del oro que se ha materializado no solo en el aumento en el flujo de importaciones sino también en la permanencia de este metal a suelo estadounidense, cuando normalmente se almacena en Londres. Lo raro en este asunto es que el secretario general del Partido Comunista de Vietnam, To Lam, haya llamado a Donald Trump para pedirle que reduzca los aranceles impuestos a su país, de los más altos: el 46%. Un líder comunista defendiendo el libre comercio frente al presidente de Estados Unidos. Pero no por ello será fácil recuperar la producción para los EE.UU.: las fábricas se fueron a países como Vietnam porque allí es más barato producir. De hecho, esos aranceles los van a sufrir precisamente las empresas estadounidenses que producen en Vietnam ropa, por ejemplo, y luego la venden en Estados Unidos. Además de la inflación que va a suponer para el consumidor estadounidense, ya se están anunciando aranceles recíprocos por parte de China que afectarán a las exportaciones de Estados Unidos. Una cosa es segura: Trump ha anunciado una "Edad Dorada" para Estados
Unidos. Será al contrario: si su hegemonía global ya estaba en decadencia,
ahora va de cabeza hacia el derrumbe. Ocupará su lugar con toda seguridad China, cuyo Gobierno es mas inteligente y paciente. Un proverbio oriental dice que "si quieres ver el cadáver de tu enemigo pasar por delante de la puerta de tu casa, saca una silla a la calle, siéntate y espera". Eso es lo que está haciendo Xi Jinping, esperar a que el mundo mire hacia ellos, y será el momento de establecer un Nuevo Orden Mundial sin el liderazgo económico al menos de los EE UU. |
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